Era un miércoles cualquiera en Lima o eso parecía ser, la noche del 8 de agosto de 1990 cuando Juan Carlos Hurtado Miller, por entonces el flamante ministro de Economía del gobierno de Fujimori, anunciaba por los medios de comunicación a la población peruana las nuevas medidas adoptadas para acabar con la crisis. Crisis esencialmente económica, de altas tasas de desempleo, hiperinflación que llegaba a los 7650% y que nos colocaban tristemente en la historia como la mayor que llegó a darse en el mundo, estancamiento de la producción y corrupción del Estado; también la crisis fue social con los grandes movimientos populares, que tuvieron más de una razón para salir a protestar, y el terrorismo que comenzaba a mostrar presencia en la capital. Podría decirse que los años del primer gobierno de García fueron los peores de la historia del Perú actual, sin embargo los que les sucedieron estarían lejos de considerarse de las mejores. Hurtado Miller al final de su presentación imploró el apoyo divino: “Que Dios nos ayude”, era el 8 de agosto de 1990 cuando nació el neoliberalismo en el Perú.
El neoliberalismo, nacido dentro de aquellos centros de intelectualidad más avanzados del conocimiento económico predominante que es la Economía Neoclásica, fue presentado sin embargo sólo como un paquete de medidas puramente técnicos sin otro objetivo más que el bienestar general de las naciones (como si el concepto de bienestar no llevara consigo un contenido ideológico). Nacido en los países desarrollados pero la aplicación casi pura fue dada en los países subdesarrollados, ya que tuvo gran acogida básicamente por el débil y limitado poder estatal y por los altos casos de corrupción de los funcionarios.
En el Perú como en la mayoría de los países sudamericanos el poder estatal era elefantiásico, gravoso e insostenible, producto de una visión paternalista del Estado y como dije antes de la corrupción. No obstante de ningún modo pueden quedar justificadas las medidas neoliberales por cuanto en vez de favorecer a la población aumentó aún más la pobreza y la desigualdad social. Si bien fue un hecho real la inmensa ineficiencia que tenían las empresas públicas, con las privatizaciones se les quitó los pocos servicios que eran gratuitos o por debajo del costo real que los pobres podían gozar.
Las medidas antiinflacionarias no fueron impopulares sin razón, la destrucción de la producción nacional fue un hecho notable, “muy convenientemente” también hubieron reformas de las políticas arancelarias que terminaron por dilapidar muchas de las grandes y medianas empresas nacionales que existían, por la competencia de grandes industrias chinas de producción a escala (en realidad no hubo competencia por las grandes diferencias tecnológicas entre ambas industrias).
Otro jaque al pueblo fueron las medidas adoptadas en el mercado laboral, la flexibilización laboral que no es más que la quita de los derechos laborales, esos por cuales muchas generaciones de trabajadores lucharon con sangre, sudor y lágrimas para que sean reconocidas, para que no sea el hombre tratado como una herramienta más dentro de la producción sin otra cualidad más que la de ofrecer su fuerza de trabajo. Llevó a la época donde trabajar formal o informalmente ofrecía casi los mismos beneficios para el trabajador (y “ofrecer” en este contexto tendría equivalencia a “no ofrecer”), también a la creación de microemprendimientos que si bien han sido tratados como la evidencia de la creatividad peruana, también pueden ser vistos como evidencia de la grave crisis laboral por cuanto los peruanos se veían forzados a crear su propios puestos de trabajo en una realidad donde la flexibilización laboral hizo que el trabajo formal carezca de esos derechos básicos como derecho a la sindicación, a las huelgas, al mantenimiento de un trabajo estable, se perdió todo eso con el abanderamiento de la eficiencia y aumento de las productividad , y ni se llegó a las expectativas esperadas de mayor demanda laboral de las empresas. Estos microemprendimientos caracterizadas por ser familiares o vecinales, con sueldos por debajo del mínimo legal, sin derechos laborales básicos y por su baja tecnificación resultan ser incompetentes en el mercado, siguen siendo publicitados por el gobierno como una manera eficaz para salir de la pobreza cuando todos notamos lo contrario.
Con los años que les sucedieron parece que estos acontecimientos no nos sirvieron de mucho como experiencia, y seguimos una y otra vez votando por candidatos presidenciales y legislativos conocidos como “el mal menor” entre la amplia gama de candidatos. Elegimos entre “sida y cáncer terminal” como bien dijo nuestro queridísimo compatriota snob y siempre nos llevamos desilusiones peores de lo que esperábamos. Pero una y otra vez seguimos defendiendo un modelo que no nos tiene favoreciendo en nada, es posible que haya calado en lo más profundo del subconsciente que es normal y única forma que tienen las naciones para crecer, abriendo los mercados internos sin un análisis exhaustivo, incentivando las exportaciones, aumentando las reservas internacionales, creando TLCs con cualquier estado, en reducidas cuentas, un estado mercantilista. Además de ello, las privatizaciones, el ingreso al mercado bursátil de las pocas empresas públicas que quedan, capitalización de la deuda y de las contribuciones, este ingreso a la economía irreal, la financiera si bien ha mostrado hasta el momento buenos resultados, la integración de un estado dentro de ella lo hace endeble a estar seguir las crisis internacionales, y no hablamos de una persona, hablamos de un país que entra en crisis por cuestiones que son ajenas a su realidad.
Hoy, domingo 8 de agosto del 2010, se conmemora algo que mucha gente desconoce porque no llevamos un número 8 en rojo que nos recuerde que es feriado o una fecha especial en el calendario, o ningún funcionario dio aviso a esto porque aquí no hay nada para festejar, sin embargo, ningún peruano adulto puede desconocer que hace 20 años el Perú iniciaba una nueva etapa como nación, porque el modelo neoliberalista no es un conjunto de medidas económicas imperceptibles para la sociedad, las medidas afectaron y siguen afectando mucho el rumbo como país, de las mentes y de los intereses particulares y nacionales.
No fue como muchos peruanos pensamos, que el modelo se inició a partir del autogolpe de estado que Fujimori hizo al Congreso (aunque si fue un momento importante para imponer las medidas más impopulares). Fue en 1990 que se produjo el shock económico bajo el nombre de Programa de Estabilización. Es evidente, sin embargo que, ambos sucesos provinieron de la imposición más que de las conversaciones y el debate. Resulta paradójico que los políticos de ese entonces, fujimoristas y el resto de las bancadas que fueron expulsados de su cargo en el Congreso, en estos momentos se sientan los abanderados de la democracia, apoyando un modelo que hace menos de 20 años la aborrecían.
Como buen economista que soy también pienso en las malas intenciones de muchos, especialmente los seudorepresentantes del pueblo de turno, un conjunto de políticos, economistas, sociólogos y porque no también líderes religiosos, que repiten una y otra vez sin cansancio que el Perú mejora cada día más, que somos los primeros del continente porque nuestro PBI crece a tasas insospechadas, porque las exportaciones tienen la misma tendencia o quizá mejor, porque la desigualdad se redujo en decimales y porque ahora el niño pobre en vez de comprar un solo pan para su desayuno, almuerzo y cena, en los 20 años que está durando el modelo económico, el niño pobre hecho hombre pobre, padre de familia, puede darse el “lujo” de servir un pan con jamonada.
La mala intencionalidad de muchos es una subjetividad mía, lleno del absurdo por supuesto. Nadie tiene mala intención sin una intención dada. Es claro pensar que si los niveles de pobreza casi no variaron pero el PBI aumentó bastante, alguien está obteniendo mucho en la repartición de la torta.
No estoy exagerando y menos soy pesimista. El objetivo de este análisis es que pueda tomarse conciencia y discutir que, si hemos vivido 20 años con un modelo el cual se dijo es el más eficiente y más beneficioso para la población, y esta población no mejoró drásticamente sus condiciones de vida (social, económico, etc.) no puedo encontrar lo beneficioso del modelo. Me pregunto, ¿Cuándo llegará el esperado chorreo económico de Toledo? ¿Tendremos que esperar quizá una tercera generación que podamos al fin disfrutar de ella? ¿Es racional pensar que con 20 años de experiencia neoliberalista, caracterizada en la evocación del sacrificio de las generaciones de peruanos, por parte del gobierno de turno, pueda ser capaz realmente de llegar a una satisfacción de los peruanos, o quizá todo este cuento de la libre competencia es una creación más para que seamos más pacientes y menos esperanzadores de un porvenir que desde antes se sabía no tenía la intención de compensar el esfuerzo que nos obligaron a cargar durante estos 20 años?
Por último, esta es mi pregunta central ¿No había otra opción? ¿NO HABRIA OTRA OPCION?
El neoliberalismo, nacido dentro de aquellos centros de intelectualidad más avanzados del conocimiento económico predominante que es la Economía Neoclásica, fue presentado sin embargo sólo como un paquete de medidas puramente técnicos sin otro objetivo más que el bienestar general de las naciones (como si el concepto de bienestar no llevara consigo un contenido ideológico). Nacido en los países desarrollados pero la aplicación casi pura fue dada en los países subdesarrollados, ya que tuvo gran acogida básicamente por el débil y limitado poder estatal y por los altos casos de corrupción de los funcionarios.
En el Perú como en la mayoría de los países sudamericanos el poder estatal era elefantiásico, gravoso e insostenible, producto de una visión paternalista del Estado y como dije antes de la corrupción. No obstante de ningún modo pueden quedar justificadas las medidas neoliberales por cuanto en vez de favorecer a la población aumentó aún más la pobreza y la desigualdad social. Si bien fue un hecho real la inmensa ineficiencia que tenían las empresas públicas, con las privatizaciones se les quitó los pocos servicios que eran gratuitos o por debajo del costo real que los pobres podían gozar.
Las medidas antiinflacionarias no fueron impopulares sin razón, la destrucción de la producción nacional fue un hecho notable, “muy convenientemente” también hubieron reformas de las políticas arancelarias que terminaron por dilapidar muchas de las grandes y medianas empresas nacionales que existían, por la competencia de grandes industrias chinas de producción a escala (en realidad no hubo competencia por las grandes diferencias tecnológicas entre ambas industrias).
Otro jaque al pueblo fueron las medidas adoptadas en el mercado laboral, la flexibilización laboral que no es más que la quita de los derechos laborales, esos por cuales muchas generaciones de trabajadores lucharon con sangre, sudor y lágrimas para que sean reconocidas, para que no sea el hombre tratado como una herramienta más dentro de la producción sin otra cualidad más que la de ofrecer su fuerza de trabajo. Llevó a la época donde trabajar formal o informalmente ofrecía casi los mismos beneficios para el trabajador (y “ofrecer” en este contexto tendría equivalencia a “no ofrecer”), también a la creación de microemprendimientos que si bien han sido tratados como la evidencia de la creatividad peruana, también pueden ser vistos como evidencia de la grave crisis laboral por cuanto los peruanos se veían forzados a crear su propios puestos de trabajo en una realidad donde la flexibilización laboral hizo que el trabajo formal carezca de esos derechos básicos como derecho a la sindicación, a las huelgas, al mantenimiento de un trabajo estable, se perdió todo eso con el abanderamiento de la eficiencia y aumento de las productividad , y ni se llegó a las expectativas esperadas de mayor demanda laboral de las empresas. Estos microemprendimientos caracterizadas por ser familiares o vecinales, con sueldos por debajo del mínimo legal, sin derechos laborales básicos y por su baja tecnificación resultan ser incompetentes en el mercado, siguen siendo publicitados por el gobierno como una manera eficaz para salir de la pobreza cuando todos notamos lo contrario.
Con los años que les sucedieron parece que estos acontecimientos no nos sirvieron de mucho como experiencia, y seguimos una y otra vez votando por candidatos presidenciales y legislativos conocidos como “el mal menor” entre la amplia gama de candidatos. Elegimos entre “sida y cáncer terminal” como bien dijo nuestro queridísimo compatriota snob y siempre nos llevamos desilusiones peores de lo que esperábamos. Pero una y otra vez seguimos defendiendo un modelo que no nos tiene favoreciendo en nada, es posible que haya calado en lo más profundo del subconsciente que es normal y única forma que tienen las naciones para crecer, abriendo los mercados internos sin un análisis exhaustivo, incentivando las exportaciones, aumentando las reservas internacionales, creando TLCs con cualquier estado, en reducidas cuentas, un estado mercantilista. Además de ello, las privatizaciones, el ingreso al mercado bursátil de las pocas empresas públicas que quedan, capitalización de la deuda y de las contribuciones, este ingreso a la economía irreal, la financiera si bien ha mostrado hasta el momento buenos resultados, la integración de un estado dentro de ella lo hace endeble a estar seguir las crisis internacionales, y no hablamos de una persona, hablamos de un país que entra en crisis por cuestiones que son ajenas a su realidad.
Hoy, domingo 8 de agosto del 2010, se conmemora algo que mucha gente desconoce porque no llevamos un número 8 en rojo que nos recuerde que es feriado o una fecha especial en el calendario, o ningún funcionario dio aviso a esto porque aquí no hay nada para festejar, sin embargo, ningún peruano adulto puede desconocer que hace 20 años el Perú iniciaba una nueva etapa como nación, porque el modelo neoliberalista no es un conjunto de medidas económicas imperceptibles para la sociedad, las medidas afectaron y siguen afectando mucho el rumbo como país, de las mentes y de los intereses particulares y nacionales.
No fue como muchos peruanos pensamos, que el modelo se inició a partir del autogolpe de estado que Fujimori hizo al Congreso (aunque si fue un momento importante para imponer las medidas más impopulares). Fue en 1990 que se produjo el shock económico bajo el nombre de Programa de Estabilización. Es evidente, sin embargo que, ambos sucesos provinieron de la imposición más que de las conversaciones y el debate. Resulta paradójico que los políticos de ese entonces, fujimoristas y el resto de las bancadas que fueron expulsados de su cargo en el Congreso, en estos momentos se sientan los abanderados de la democracia, apoyando un modelo que hace menos de 20 años la aborrecían.
Como buen economista que soy también pienso en las malas intenciones de muchos, especialmente los seudorepresentantes del pueblo de turno, un conjunto de políticos, economistas, sociólogos y porque no también líderes religiosos, que repiten una y otra vez sin cansancio que el Perú mejora cada día más, que somos los primeros del continente porque nuestro PBI crece a tasas insospechadas, porque las exportaciones tienen la misma tendencia o quizá mejor, porque la desigualdad se redujo en decimales y porque ahora el niño pobre en vez de comprar un solo pan para su desayuno, almuerzo y cena, en los 20 años que está durando el modelo económico, el niño pobre hecho hombre pobre, padre de familia, puede darse el “lujo” de servir un pan con jamonada.
La mala intencionalidad de muchos es una subjetividad mía, lleno del absurdo por supuesto. Nadie tiene mala intención sin una intención dada. Es claro pensar que si los niveles de pobreza casi no variaron pero el PBI aumentó bastante, alguien está obteniendo mucho en la repartición de la torta.
No estoy exagerando y menos soy pesimista. El objetivo de este análisis es que pueda tomarse conciencia y discutir que, si hemos vivido 20 años con un modelo el cual se dijo es el más eficiente y más beneficioso para la población, y esta población no mejoró drásticamente sus condiciones de vida (social, económico, etc.) no puedo encontrar lo beneficioso del modelo. Me pregunto, ¿Cuándo llegará el esperado chorreo económico de Toledo? ¿Tendremos que esperar quizá una tercera generación que podamos al fin disfrutar de ella? ¿Es racional pensar que con 20 años de experiencia neoliberalista, caracterizada en la evocación del sacrificio de las generaciones de peruanos, por parte del gobierno de turno, pueda ser capaz realmente de llegar a una satisfacción de los peruanos, o quizá todo este cuento de la libre competencia es una creación más para que seamos más pacientes y menos esperanzadores de un porvenir que desde antes se sabía no tenía la intención de compensar el esfuerzo que nos obligaron a cargar durante estos 20 años?
Por último, esta es mi pregunta central ¿No había otra opción? ¿NO HABRIA OTRA OPCION?