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BREVE HISTORIA DE LA ECONOMIA DE MI FAMILIA, 1987-2006

viernes, 6 de mayo de 2011

Nací en la primavera de 1987 durante el primero gobierno de Alan García. En aquellos tiempos cuentan mis padres que, para obtener una botella de leche para el desayuno era necesario hacer una cola larguísima que a veces llegaban a cuadras, aunque muchas veces no llegaban a conseguir nada por el desabastecimiento y los altos precios. Los fines de los ochentas fueron realmente tristes para los descendientes de inmigrantes de provincianos en la Lima criolla.

Como la mayoría de nosotros, la única manera de tener nuestra propia tierra para vivir era tomando a la fuerza terrenos descampados de los cerros, muchos de ellos áridos. Allí, mi abuela y mi madre obtuvieron su primera casa, hecho de esteras, cartones y plásticos. Para conseguir agua, cuenta mi madre, era necesario ir a un pozo que se encontraba a un kilómetro de distancia, el camino era de tierra muerta y el viento levantaba el polvo haciendo más difícil la travesía, llevaba un balde en cada mano cada dos días para una familia compuesta de una madre soltera, mi abuela, y sus cuatro hijas, entre ellas mi madre.

Mi mamá al igual que sus hermanas desde muy pequeñas trabajaron, en limpieza o vendiendo golosinas, mientras mi abuela iba a casas de las señoras de Lince como criada, mi padre, por su parte, se dedicó también desde muy pequeño a trabajar como vendedor, iba de un lado a otro vendiendo su mercadería. Pero cuando ambos se conocieron y juntaron, mi papá fue a vivir al cerro con mi madre, cerca de la casa de mi abuela, construyó otra casa de esteras, y ese lugar sería mi hogar por más de quince años.

Recuerdo perfectamente como es vivir en una casa de esteras, aunque luego cambió a una de madera, lo difícil que era limpiar el suelo de polvo, uno nunca podría mantenerse limpio allí todo el día. Una simple garúa era capaz de destrozar el techo cubierto de plásticos, las lluvias eran capaces de llevarse las casas de los vecinos. Así viví yo junto a mis otros tres hermanos por lo menos hasta principios de los noventa durante el gobierno de Fujimori.

A principios de los noventa, mi papá inició un microemprendimiento ilegal, pues de otro modo no había posibilidad de hacerlo, compró un hornito que le servía para coser la arcilla de los adornos que luego salía a vender, mi madre se quedaba en la casa cuidándonos aunque a veces, si había la posibilidad, salía a vender al mercado cerca de mi casa. Fue en ese momento en que pudimos ahorrar y reemplazar las paredes de estera por madera; mi papá pronto compró un horno más grande y se dedicó en su trabajo hasta muy de noche. Gracias a ellos, mis hermanas que terminaban el colegio secundario tuvieron la posibilidad de llevar estudios terciarios, mientras mi hermano y yo, más pequeños, aún en el jardín de niños, podíamos llevar una vida tranquila, aunque a veces hubieron apagones en los cuales, nos dedicábamos a contar los segundos que demorarían en volver la luz.

Gracias al esfuerzo de mis padres pude estudiar mi primer grado de primaria en un colegio particular, mientras mi hermano lo hacía en un estatal. Aunque parece ser que el año 1993 fue un año difícil pues mi papá me cambió a un colegio estatal el cual me pareció siempre aburrido, la profesora me dejaba dormir pues hacía la tarea y los exámenes más rápido que el resto, inclusive ese año, la directora quiso adelantarme un año pero mi papá no lo aceptó.

Con mucho esfuerzo mis padres me metieron nuevamente a mí y a mi hermano en un colegio particular, a la vez que, con el aumento de las ventas de lo que producía, tenía planes de hacer las paredes de ladrillos, un lujo que poco vecinos míos los tenían.

Comenzó a hacer la zanja él y mi tío con sus amigos, a veces otros vecinos contratados, luego con lo ahorrado pudo hacer la fachada de la casa de ladrillos, nuestra primera pared de cemento y ladrillos. De a pocos, las paredes de mi casa fueron cambiando. El negocio de mi papá parecía prometedor y por ello, empezó a contratar a otros vecinos para que le ayudasen en su trabajo, nunca por debajo del salario mínimo establecido, todos se peleaban por entrar a trabajar en los talleres que se encontraban en la parte de atrás de mi casa.

Pero pronto llegaron los problemas, las ventas desaceleraron, mi papá vio que no era posible contratar más vecinos en su taller, habían aumentado en Lima los productos importados chinos que eran vistosos y mucho más baratos. Se mantuvo bien un par de años más, los necesarios para conseguir un préstamo para hacer el techo de ladrillos y comprar un horno más. Sin embargo, con la llegada de los importados le era más difícil vender a mi papá, pronto se dio cuenta que la única manera de superarlos era usando al máximo su creatividad, en el detalle de sus figuras lo que implicaba mayor esfuerzo, y además comenzó atrasarse en los pagos de sus deudas. Aun así, con gran esfuerzo logró que mis hermanas terminaran sus estudios y que mi hermano y yo siguiéramos estudiando en colegios particulares en la secundaria, cosa que resultaba imposible a mis vecinos.

Para subsistir la empresa, mi papá tuvo que vender sus figuras casi al costo, y sucedió que en un momento ya no podía seguir teniendo a mis vecinos como trabajadores, de a pocos fue despidiendo a todos, algunos lo entendieron pero otros, para mantener su puesto, ofrecían trabajar gratis un mes o más, mi papá no aceptó, aunque con ellos debió endeudarse con ellos.

Mi papá tuvo que vender sus productos por debajo del costo, pues ya no consideraba dentro de ellos su propio salario, del de mi mamá y a veces de mis hermanas que no conseguían trabajo. Ya habían sido despedidos todos los ayudantes, volvimos como al principio, mi papá, mi mamá y también mis hermanas. En algún momento fue tanto la pobreza que ni para comprar el balón de gas había dinero, por ello comenzó a destruir un cuartito de madera que también servía de taller para cocinar la comida, ya no quedaba en su cabeza pagar sus deudas con sus altas tasas y menos ahorrar, ahora lo importante era subsistir.

Un golpe de suerte debido a su creatividad, mi papá creó una figura que los chinos no producían, unas casitas campestre de arcilla únicas como él los sabía hacer; gracias a ello y a mi mamá que volvió a vender en los mercados pudimos mi hermano y yo terminar la secundaria en un colegio privado, y también mi hermana mayor encontró un trabajo, no de su profesión, pero un trabajo al fin que ayudase a la familia. Aunque ellos sabían que esto no duraría demasiado, con el poco dinero ahorrado y con nuevos préstamos mi mamá viajó a la Argentina a probar su suerte como mucama, como ya lo había hecho mi tía diez años atrás.

Se acercaba nuestro fin en Perú. Pronto a mi mamá se le unieron mi hermana mayor y mi hermano, mientras mi otra hermana trabajó en el taller de mi papá hasta cuanto pudo. Yo por mi parte empecé la universidad, pero ya todo estaba dicho, pronto todos tendríamos que ir a la Argentina porque lamentablemente en Perú, aún con las más de doce horas de trabajo de mi papá y de mi mamá, ya no había posibilidades para nosotros el progresar en nuestro país. Dejamos con mucha tristeza aquella casa que en un principio fue de estera, plásticos y madera, que luego con esfuerzo y esperanza la convertimos en cemento y ladrillo, en el 2006 dejó de ser nuestro hogar.